martes, 25 de febrero de 2014

Periodistas

Por: María Jaramillo Alanís

Para Gregorio Jiménez (+) y los desaparecidos…

Mariposas y Maguiras.-En el teatro de guerra montado ex profeso entre el gobierno federal de Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña y Estados Unidos, contra las diferentes bandas del narcotráfico, la sociedad civil quedó en medio del sándwich.

Curioso por no decir que desde el inicio era evidente que nunca fue su intención protegernos, más bien la idea era lo opuesto, dejar en la total indefensión a la gran mayoría, así se emprendió el programa de entregar las armas mohosas que hubiese en casa por una despensa, acciones que sigue realizando la Secretaria de la Defensa Nacional, (Sedena) pero ahora entregan lavadoras, hornos, televisiones, y claro, han obtenido hasta granadas de fragmentación.

La sociedad rural y urbana entregó a la Sedena; machetes, carabinas del año de la canica, tiradores (hondas), guadañas, ganchos, cuchillos tipo MacGyver y hasta el cortaúñas y el alicate con hongos, así se fue a la guerra con un pueblo desarmado e indefenso.

Obvio, los vulnerables fueron siempre los que nada tienen, luego, el Estado abandonó a su suerte a los jóvenes que no encontraron empleo al salir de la universidad, mucho menos hicieron lo necesario para que las empresas y los negocios dieran empleos de calidad y bien remunerados, las evidencias son obvias; negocios cerrados, desempleo galopante, economía tronada, es decir, el gobierno federal y estatal metió a su población en un túnel en el que a éstas fechas no se le mira salida.

Por si fuera poca cosa, sí la sociedad quedó en medio de las balas, los y las periodistas fueron doblemente expuestos. Los ahora sorprendidos periodistas defeños, acusaban a los de acá del norte de tener ligas con el narco, algunos periodistas “nacionales” tuvieron la osadía de escribir historias del narco desde Texas, la respuesta de los narcos nunca la supieron; compañeros desparecidos, golpeados, asesinados.

Hoy los enlistan como un parte de guerra. Con tristeza los vemos en fotos, cartulinas, mantas, algunos hasta los nombres les han cambiado (porque nunca preguntaron sí así se llamaban).

Los periodistas de Tamaulipas aportaron su cuota de sangre a esta barbarie que no termina; desde Norma Moreno Figueroa, Ernesto Flores Torrijos, Francisco Arratia Saldierna, María Elizabeth Macías Castro, editora en jefe del periódico Primera Hora, hasta Mario Chávez Jorge y un sinfín de desaparecidos, de los cuales nadie quiere llamar por su nombre.

El asesinato de Gregorio Jiménez, periodista veracruzano pone en la discusión nacional, por un lado, la llevada y traída ley de protección a periodistas, la realidad nos golpea de fea manera y nos escupe ¿cómo romper el cerco de la censura, de la impunidad, del acoso de los grupos delincuenciales y de la presión gubernamental, quien pretende a toda cosa tener el control absoluto de lo que escriben y dicen los periodistas?

Claro, existen periodistas que se sitúan en la zona de confort en la que no sucede nada y cuando pasa, son beneficiarios de información y de estipendios.

Subyace en el parte oficial del gobierno facistoide de Javier Duarte; aterrar, silenciar, poner de rodillas y que nunca más nadie se atreva a decir que en su estado, en su gobierno, se secuestra a inmigrantes y que sus funcionarios estatales o municipales están coludidos con los delincuentes.

Así sucedió y sucede en Tamaulipas, pues Duarte y Egidio Torre Cantú y los ex gobernadores prefieren periodistas con la mano extendida, aplaudiendo como focas, que ejerciendo la libertad de escribir lo que sucede en nuestros respectivos estados con la seguridad de que nadie podrá hacerte daño por decir la verdad.

Ya sabemos que ni Duarte ni Torre Cantú, quieren protegernos, más bien nos prefieren muertos, aunque en ello también arriesguen su carrera política. Es mejor matarlos que leerlos, dirán.

Por eso y mucho más debemos ejercer nuestra libertad, no le demos a Duarte y Torre Cantú el beneficio de la duda, ambos son personajes siniestros, reyezuelos que pasarán a la historia como pequeños tiranos de horca y cuchillo.

Las diferencias familiares se arreglan siempre, las otras, las del ejercicio periodístico, las asumimos como riesgos del oficio, sabedores que los políticos y sus gobiernos suelen acabarlas matando y infamando.

Por una puta vez, unamos nuestras voces, para defendernos de la barbarie de una partida de cretinos que gobiernan nuestros estados, nuestro país.

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