De María Jaramillo Alanís
Raquel era una chiquilla de
sonrisa franca, su cabello a media espalda, negro brillante. Caminaba con gracia, perdonado al
mismo cielo que la veía. Suspiraba hondo, sus mejillas se sonrojaban pensando
en el momento de ver a su amado.
Estaba profundamente enamorada del Hilario. Todos los días se veían a las 12 del día, hora en la que él dejaba la “obra” en la que trabajaba como albañil, y ahí estaba ella, no importaba que el sol cayese a plomo, todo lo aguantaba con tal de verlo.
Estaba profundamente enamorada del Hilario. Todos los días se veían a las 12 del día, hora en la que él dejaba la “obra” en la que trabajaba como albañil, y ahí estaba ella, no importaba que el sol cayese a plomo, todo lo aguantaba con tal de verlo.
De 18 años, casi niños, hicieron planes de matrimonio.
Hilario disponía de la mitad de
su raquítico salario, la otra parte la entregaba a su madre religiosamente para ayudar con los gastos de la boda.
Entusiasmado platicaba con su mamá sobre el suceso que le tenía tan contento y cada que entregaba aquellos dineros una y otra vez se lo repetía.
-¡Mamá, ese día, el 23 de agosto,
seré muy feliz con la Raquel, haremos una vida como la de usté y mi papá!
-Mijo, nosotros le hemos enseñado
a ser buen hombre, y así será. Ustedes nos darán los nietos que tanto queremos
que lleguen.
Mientras la fecha llegaba, Raquel
se reunía con sus amigas Wilma y
Ganette, ellas serían las damas de honor en su boda y ellas mismas organizaban
las despedidas de soltera para su inseparable amiga.
Iban y venían por las calles del
barrio, parloteando, contándose de cómo sería el vestido, el peinado y los
zapatos de cada una. Lejos estaban de sospechar que el peligro las rondaba, tampoco tenían porqué pensarlo.
Raquel trabajaba en una zapatería
por el Mercado Argüelles, ahí vendía zapatos viejos, de comerciantes avaros y
abusivos. Wilma era empleada en un
proyecto del gobierno federal reforestando, de hecho se había graduado con
honores como bióloga en el Tec de Victoria; Ganette se dedicaba a cazar aves,
besos, nubes, su ojo de fotógrafa todo lo
veía desde otra perspectiva. De las tres,
solo Wilma era “letrada”
Siendo tan distintas, en el fondo
les unían cosas más profundas; la
solidaridad, ayudar al prójimo, su rebeldía. No había marcha citadina a la que
no acudieran, de hecho ahí se conocieron, coreando “¡El que no salte es puto!”
“¡Se ve, se nota Peña es un idiota!”, eran jóvenes que les dolía la injusticia, las carencias, la pobreza.
Así forjaron la amistad que las
llevaba a reír como enloquecidas. De vez en cuando se bebían unas cervezas,
fumaban, la vida era eso; reír amar, divertirse, ser felices. La calle las veía
achicada por su belleza y por su cantarina carcajada.
Aquel día Raquel salió a la calle
a encontrarse con Hilario, con la misma ilusión de todos los días. Se había
puesto de acuerdo con Wilma y Ganette para verse enseguida, se encontrarían
sobre la transitada Avenida de la Paz, ahí frente al tendajo de doña Tere.
Pero ninguna de las tres llegó a
la cita.
Un día antes por la noche, Wilma
recogería en la central a su prima Rosario que venía de Tampico. Chayo dijo que
su prima le llamó para decirle que su
coche se había descompuesto a una calle de la terminal. Jamás llegó. A la
fecha, de Wilma, aquella muchacha de tez
color puerto, nadie ha vuelto a saber nada.
El destino cruzaba en su camino a
hombres que asolan los pueblos, dueños de vidas y comercios.
Esa fatalidad
que se cruza impunemente con Ak’s47 en
ristre en las polvorientas y sucias calles de la capital de Tamaulipas.
A Ganette ese mismo día, un grupo
de encapuchados entró a su casa y se
llevaron a toda la familia. “Alguien” los secuestró y nunca se supo más de
ellos. La casa de la Familia permanece con el recuerdo en el pórtico; ahumada,
chamuscada y los vecinos ni por error se asoman.
Raquel iba confiada en ver a Hilario, luego seguiría
contando a las amigas sus planes de la boda. Ensimismada con su felicidad no se
percató de que la acechaban. Unos
hombres a bordo de una camioneta gris, con vidrios polarizados la subieron contra su
voluntad. De eso hace 8 años.
Algunos dicen que la vieron en
Reynosa, recientemente en Monterrey, lo cierto es que ni Raquel Wilma y
Ganette, supieron que su destino había sido marcado. Quizá se encontraron en algún sitio donde no hay
impunidad, maldad, dolor, rabia.
Hilario y los padres de Raquel
aún no saben qué hacer para curarse de
no tenerla. Hasta hoy en día
Hilario entrega a su madre la mitad de su salario para cubrir los gastos de la
boda con Raquel.
-Tenga amá, sé que Raquel
regresará.
La madre de Hilario mira
con angustia como su hijo arrastra los pies, desecho, solo lo mira sin
decirle nada, solloza y se santigua, por lo bajo balbucea con rabia y dolor;
¡Malditos sean, malditos!
Los padres de Raquel siguen
buscando, resistiendo con terquedad y amor, lo que los gobiernos filtran a
través de funcionarios menores a los periodistas sin un mínimo de conciencia; ‘
Esas muchachas andaban mal, por eso se las llevaron y sus papás se hacen
pendejos”.
Y mientras para los ‘servidores
públicos’ la vida continúa haciendo de
la práctica política una dupla perniciosa para que en Tamaulipas siga teniendo
permiso la muerte y la desaparición forzada de personas.
Pero los padres de Raquel y para miles de familias la esperanza sigue
siendo la misma: vivos se los llevaron…vivos tendrán que volver.
A los de Wilma y Ganette los
venció el terror de las amenazas y de
ser alcanzados de nuevo por esa fuerza
perversa que actúa impunemente en las calles.
Aunque por lo bajo digan sus
nombres, en susurro… ‘regresarán, la casa tiene las puertas y ventanas abiertas’…
¿Quién remendará su corazón?
¿Quién se hará cargo del dolor y el sufrimiento?
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