Por:
María Jaramillo Alanís
Para
Gregorio Jiménez (+) y los desaparecidos…
Mariposas
y Maguiras.-En el teatro de guerra montado ex profeso entre el gobierno federal
de Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña y Estados Unidos, contra las
diferentes bandas del narcotráfico, la sociedad civil quedó en medio del
sándwich.
Curioso
por no decir que desde el inicio era evidente que nunca fue su intención
protegernos, más bien la idea era lo opuesto, dejar en la total indefensión a
la gran mayoría, así se emprendió el programa de entregar las armas mohosas que
hubiese en casa por una despensa, acciones que sigue realizando la Secretaria
de la Defensa Nacional, (Sedena) pero ahora entregan lavadoras, hornos,
televisiones, y claro, han obtenido hasta granadas de fragmentación.
La
sociedad rural y urbana entregó a la Sedena; machetes, carabinas del año de la
canica, tiradores (hondas), guadañas, ganchos, cuchillos tipo MacGyver y hasta
el cortaúñas y el alicate con hongos, así se fue a la guerra con un pueblo
desarmado e indefenso.
Obvio,
los vulnerables fueron siempre los que nada tienen, luego, el Estado abandonó a
su suerte a los jóvenes que no encontraron empleo al salir de la universidad,
mucho menos hicieron lo necesario para que las empresas y los negocios dieran
empleos de calidad y bien remunerados, las evidencias son obvias; negocios
cerrados, desempleo galopante, economía tronada, es decir, el gobierno federal
y estatal metió a su población en un túnel en el que a éstas fechas no se le
mira salida.
Por
si fuera poca cosa, sí la sociedad quedó en medio de las balas, los y las
periodistas fueron doblemente expuestos. Los ahora sorprendidos periodistas
defeños, acusaban a los de acá del norte de tener ligas con el narco, algunos
periodistas “nacionales” tuvieron la osadía de escribir historias del narco
desde Texas, la respuesta de los narcos nunca la supieron; compañeros
desparecidos, golpeados, asesinados.
Hoy
los enlistan como un parte de guerra. Con tristeza los vemos en fotos,
cartulinas, mantas, algunos hasta los nombres les han cambiado (porque nunca
preguntaron sí así se llamaban).
Los
periodistas de Tamaulipas aportaron su cuota de sangre a esta barbarie que no
termina; desde Norma Moreno Figueroa, Ernesto Flores Torrijos, Francisco
Arratia Saldierna, María Elizabeth Macías Castro, editora en jefe del periódico
Primera Hora, hasta Mario Chávez Jorge y un sinfín de desaparecidos, de los
cuales nadie quiere llamar por su nombre.
El
asesinato de Gregorio Jiménez, periodista veracruzano pone en la discusión
nacional, por un lado, la llevada y traída ley de protección a periodistas, la
realidad nos golpea de fea manera y nos escupe ¿cómo romper el cerco de la
censura, de la impunidad, del acoso de los grupos delincuenciales y de la
presión gubernamental, quien pretende a toda cosa tener el control absoluto de
lo que escriben y dicen los periodistas?
Claro,
existen periodistas que se sitúan en la zona de confort en la que no sucede
nada y cuando pasa, son beneficiarios de información y de estipendios.
Subyace
en el parte oficial del gobierno facistoide de Javier Duarte; aterrar,
silenciar, poner de rodillas y que nunca más nadie se atreva a decir que en su
estado, en su gobierno, se secuestra a inmigrantes y que sus funcionarios
estatales o municipales están coludidos con los delincuentes.
Así
sucedió y sucede en Tamaulipas, pues Duarte y Egidio Torre Cantú y los ex
gobernadores prefieren periodistas con la mano extendida, aplaudiendo como
focas, que ejerciendo la libertad de escribir lo que sucede en nuestros
respectivos estados con la seguridad de que nadie podrá hacerte daño por decir
la verdad.
Ya
sabemos que ni Duarte ni Torre Cantú, quieren protegernos, más bien nos
prefieren muertos, aunque en ello también arriesguen su carrera política. Es mejor matarlos que leerlos, dirán.
Por
eso y mucho más debemos ejercer nuestra libertad, no le demos a Duarte y Torre
Cantú el beneficio de la duda, ambos son personajes siniestros, reyezuelos que
pasarán a la historia como pequeños tiranos de horca y cuchillo.
Las
diferencias familiares se arreglan siempre, las otras, las del ejercicio
periodístico, las asumimos como riesgos del oficio, sabedores que los políticos
y sus gobiernos suelen acabarlas matando y infamando.
Por
una puta vez, unamos nuestras voces, para defendernos de la barbarie de una
partida de cretinos que gobiernan nuestros estados, nuestro país.
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