Por:
María Jaramillo Alanís
Allende,
Nvo, León.-Aquella vieja casa me recordó una visita anterior, sus colores eran
más brillantes y esta de ahora estaba carcomida por el tiempo, el polvo, el
uso. Las mujeres mayores que nos atendieron, habían fallecido y el patriarca y
acaudalado Sr. Salazar,- a quién de cariño le llamaban Tío Güero, dormitaba que
apenas tocó su sombrero para saludar.
El
pequeño restaurante seguía funcionando en la misma cocina de la familia, lo
mismo vendían huevos con machaca y tortillas de harina que tostadas, y un
delicioso café que disfrutábamos acompañándolo con sabrosos “turcos”, del fondo
de la habitación, después de un largo rato, preguntó Tío Güero:
-¿Y
qué me cuentas de la Flaca? Antes, cuando éramos novios, venía seguido pero
luego me dijeron que era funcionaria en el gobierno y no volvió.
-Nada.
Creo que sí, ahí trabaja. ¿Novios?
-Es
un decir, era mi mujer, pero allá en Carrizos nadie lo sabía y menos en la
capital. ¿Sabes? Yo le compre su primer carrito, pobrina, estaba jodida pues de
chiquilla vendía enchiladas, eso sí, me dijo que vivía en una colonia allá por
la vía, rumbo a la Libertad, con su mamá y sus hermanos y que su padre los
había abandonado. La verdad nunca quise comprobarlo, tampoco me importaba. No
era mi asunto.
-¿Ella
no trabajaba en ese entonces o qué?
-Terminaba
de estudiar Comunicación y trabajaba en un periódico, eso sí lo sé porque yo
mismo la acompañé algunas veces a la UAT a pagar sus colegiaturas.
-Yo
no conozco a su mamá, es algo escurridiza, extraña más bien…
-Se
dedica a la brujería y la Flaca también, yo creo que por eso estaba empelotado
con ella, y ella sólo quería que yo le pagará la carrera, su carro. Nada me importaba,
ni siquiera cuando supe que bailaba en algunos tugurios, de ésos tabledance, si
al cabo yo disfrutaba ese cuerpo. Pero… ¿ya no se dedica al periodismo?
-No
que yo sepa. Ahora sé que además de trabajar en el gobierno, dar catecismo,
tiene plaza de investigadora de tiempo completo en la Secretaría de Educación.
-Sigue
caciqueando la nalga o prestó alguna amiga, así es ella, es su espíritu
emprendedor.
Se
quedó callado como recordando la convivencia con aquella mujer de nariz
aguileña, pelo ensortijado, de más o menos, buen cuerpo, respiró profundo y se
carcajeo diciendo:
-Dirá
que eso no se acaba, solo usa jabón y queda lista para el que sigue. Que lo
disfrute porque la vida pasa las facturas, más temprano que tarde.
El
sol se metió tras la Sierra, allá por San Roberto, emprendí la retirada sin
antes prometer que volvería para disfrutar
las viandas norteñas de la casa de Sr. Salazar.
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