María Jaramillo Alanís
María Jaramillo Alanís
⚠️Me caí de la nube en que andaba...
✍️María Jaramillo Alanís
Ayer se cayó de la nube en que andaba la multiempresa del buen amigo Mark y enloqueció media humanidad y tienen razón, pues muchos pequeños negocios están anclados a la red de Zuckerberg.
Al mismo tiempo que se "caían" de la nube Facebook, WhatsApp,Instagram, Tik Tok y hasta Telegram, 1,500 millones de usuarios de esta plataforma, eran subastados en un chat, sin pudor alguno.
Para que me entiendan mejor; nuestros datos personales, imágenes, gustos, tendencias musicales, sexuales, sociales, red de amigos y de quienes no lo son fueron vendidos al mejor postor.
Una preguntica querido Mark ¿Neta no lo supiste? Tú, un excelente programador de Harvard, creador magnífico de está maldita telaraña, no te diste color que la base de datos de tu negocio era saqueado y vendido? ¡Naaa!, a otro perro con ese hueso. Yo no lo creo. Lo qué sí creo es que estás en todos los bisnnes.
Otro dato curioso es que cuando Mark y su altruista (jajaja) red social se cayó de hocico ayer lunes, un día antes- el domingo- también el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (que no conozco y que tampoco sé qué jabón los patrocina) daban a conocer los mentados "Pandora papers"; es un listado de políticos, empresarios, deportistas, artistas, narcos, que usan paraísos fiscales para ocultar dineros malhabidos, regularmente, y para eludir al fisco del país de origen.
Los Pandora Papers son una filtración de casi 12 millones de documentos que revelan riqueza oculta, evasión de impuestos y, en algunos casos, lavado de dinero por parte de algunas de las personas más ricas y poderosas del mundo. En la mayoría de los países, estos hechos no son enjuiciables.
Son demasiadas coincidencias como para creer que la multiplataforma del amigo Zuckerberg, nomás así, de la nada se cayó. ¡Ay pobrecillo! Solo ¿perdió? Más de 7 mmdd en 8 horas en que su red de negocios estuvo fuera de la nube.
Así que, como cantaba nuestro nunca olvidado Cornelio Reyna...
"me caí de la nube en qué andaba, como a 20 mil metros del suelo, por poquito que pierdo la vida, esa fue mi mejor aventura. Por la suerte caí entre los brazos de una linda y hermosa criatura"(...)
Neta, la rola le cae como anillo al dedo al amigo Mark, y más cuando lo llamen a comparecer en Washington D. C.
Ya huele a que volvemos a la era del correo electrónico, ¡ojalá!
Y a esta hora, Facebook aún no restablece todos los servicios.
Ahora, ayer no me hizo falta la charla cotidiana con feis, de ocuparse les invitaré a que pasen a Youtube y me sigan en mi canal y de paso a mi Telegram...aijueso.
Estaré subiendo a mi blog razonesypalabras.blogspot.com y en la pared de mi baño( lo escatológico es herencia de mi apá jajaja)...cuando gusten.
Desde mi Trinchera Vietnamita pero sin la fanpage, Mark aún no la pone al tiro.
Por María Jaramillo Alanís
Quien sabe, pero un buen
día Maite se despertó como si la vida de todos hubiese pasado encima de ella, hasta
el punto de asfixiarla. Antes de este episodio solía ser solitaria, callada, atenta, reía y de
cuando en cuando cantaba, pero desde aquella noche no paró de llorar durante cuarenta
días.
Sollozaba con la mirada puesta en quién sabe
qué. Se notaba que estaba presente pero en sí, ella, su pensamiento y alma,
estaban muy lejos. Como mirando un
fantasma que le robo la alegría.
Dn. Eladio mandó a traer al
Doctor Fujiyama, desesperado le ordenó
-¡Usted tiene que curarla
Doctor, mirarla como está! Dele unas pastillas que la duerman, que le quite esa
pipitilla que no la deja dormir ni a nosotros.
Doña Laura, madre de Maite
apesadumbrada aconseja amorosa a su marido.
-Viejo, estese tranquilo,
deje que el Doctor Fujiyama haga su trabajo, mientras le hacemos un tecito de boldo
a la niña.
Pensativo, el Doctor
Fujiyama inicio la revisión de rutina como a cualquier paciente. Maite yacía
tendida sobre su blanca cama, se mecía hacía un lado y otro, tal y como le
ordenaba el médico.
-¿Te duele aquí? Respira
profundo…aguanta el aire, exhala.
Nada que dijese el médico
hacía cambiar a Maite, de hecho su llanto se hacía más prolongado, ahogado.
-Cuéntame Maitecita, soy
todo oídos, sabes que puedes confiar en mí. Mientras ella escondía la cara
entre sus manos.
Parecía que la tristeza se
le había adherido de golpe y solo lloraba. Tampoco tenía palabras, ni preguntas ni respuestas,
sólo llanto. Esa tristeza provenía de lo más profundo, quizá de su raíz, su
vida anterior. Nadie sabía.
Nadie supo que el día
anterior a su mala noche, Maite charlaba animada con su amiga de la infancia, Janet,
se prometieron que irían a Manzanillo de paseo, de vacaciones. Era mayo y
pronto vendría el verano y su descanso.
Ese día no llegó, alguien le dijo en voz baja,
casi en secreto, por aquello de que las paredes oyen, que Janet no aparecía, se había marchado sin
dejar rastro, un comando armando –de los que en los últimos tiempos habitan
nuestras calles- se la llevó de su casa.
Maite se escondió bajo las
sábanas, esa maldita noche de junio del 2011 Janet no regresó, a la fecha nadie
sabe nada de aquella largirucha y bella muchacha.
Maite no podía decirle al
médico, ni a sus padres que era un dolor insoportable y que todas las lágrimas
del mundo eran poquitas para llorar a Janet, pues no tenía una tumba donde
llevarle flores.
El Doctor Fujiyama al verle
en aquel estado, encontró el diagnóstico e informó a los padres de Maite.
-A Maitecita tiene que
verla Doña Anastasia, la curandera, si no me equivoco tiene desasombro. Su alma
está perdida y sólo sus atenciones podrán regresarla. Eladio vaya por esa mujer
para que cure su hija. El mal de Maite no se cura con medicinas.
Tenía razón el Dr.
Fujiyama, el mal de Maite no se curaba con medicinas, sino con la presentación
con vida de Janet, su amiga fotógrafa y compañera de sueños.
A nueve años de la
desaparición forzada de Janet, Maite sigue llorando en silencio su ausencia.
María Jaramillo Alanís
-Vecina no vaya a
salir, dicen que allá en el norte hay
gente que anda tirando bala a lo loco.
Respondí más por
educación que con ganas de iniciar la
charla
-Irma no crea todo
lo que dice la gente. Buenas tardes.
Seguí viendo mis
geranios, la flor del desierto, una hermosa Lilis que sobresalía de la maceta y
eso significaba ya un éxito. A mí no
me gana una planta comprada en una puta
tienda. Me reí sola.
De cuando en cuando
la calle se llena del ruido de los coches que arreglan en el taller mecánico de Porfirio. Y todas las tardes, cuando cae la noche, se
apresura a probar. Como una maldición,
día con día.
O cómo el otro
vecino que vino de Gallos Grandes y cada viernes enciende su rockola y agarra
el micrófono y canta corridos de narcos, de amor y contra las mujeres.
Berreando con todo y su machismo.
Aunque la maestra
jubilada gana por mucho el mote de “policía” pues vela el sueño de todos y se entera tras las
cortinas de vida y obra de sus vecinos,
cuidando a un marido cojo y una hijita santa, según ella, pero muy puta, para el vecindario.
La secretaria del
coche rojo hace creer a todos que sigue casada con su Roberto, incluso si hay que hacer arreglos a
la casa, hay que llamarle al señor,
aunque por las tardes arribe el coche de su jefe. El chófer se aparca justo
frente a mi casa, aquel hombre se apea, se desajusta la corbata, Mirta ya lo
espera tras el portón, decidida, amorosa.
Aleja además de ser
una buena mujer sigue siendo mejor enfermera. Cuida desde bebé a un tlacuache qué quien sabe cómo llegó y
sobrevive a la depredación. Su casa está llena de árboles frutales, un sidral,
naranjero, guayabas, anonas, granadas, un manjar en un pequeño espacio, quizá
esa sea la razón por la que el tlacuache ha
permanecido en nuestros techos.
-Se lo encargo
vecina, lo cuido porque adoptó mi casa, aquí duerme entre las plantas y sube a
comer lo que le apetece.
-No se preocupe
Aleja, baja a mi patio y asusta a los perros pero no son capaces de hacerle
daño. ─Respondo─
A pesar de todo, la
calle es apacible, los vecinos son de esas personas que abundan hoy en día; no
saludan, no se meten con nadie, eso sí,
sacan a pasear a la Virgen de Guadalupe por la calle, y cada domingo
invariablemente comulgan, viviendo en la
apariencia de ser un “buen cristiano” pero con una carga infinita de egoísmo.
La noche envolvió a
la pequeña ciudad, la calle, luego suaves gotas de lluvia que caen sobre la
banqueta, mojándolo todo…olfateé ese peculiar olor de la tierra, me revolví en
la cama, me di la vuelta y abracé mi almohada para seguir escuchando el
silencio y a lo lejos el ulular macabro de una sirena.
Sí, en este jodido
pueblo donde nunca pasa nada, pero a las 8 de la noche se apaga, se resguarda,
por si acaso.
Madres conviven con sus pequeños. Semana Nacional de Cultura Física |
María Jaramillo Alanís A la mañana de domingo la espantó como todos los días el trino de una primavera, el gato que rasca el vidrio de l...