Por:
María Jaramillo Alanís
Para el Jardín del Arte
Reynosa,Tamaulipas.-Si pudiéramos hacer un ejercicio por un día y
preguntásemos a los que cruzan en coche o a pie el puente internacional
Reynosa- Hidalgo, Texas, lo qué significa para cada uno de ellos ésta ciudad, quizá nos encontraríamos con respuestas
desagradables, muchas, es probable de dolor, lágrimas, esfuerzo, de desvelo en
una ciudad históricamente de “llega y vete”.
Ofrezco
disculpas pero tendré que responderme ese necesario ejercicio. Hace algunos
años, me fui de Reynosa, como tantos otros mascullando entre dientes: “Adiós
Reynosa querida de tus límites me alejo si me voy es por jodida y si vuelvo es
por pendeja” y heme aquí.
Debo
decir que soy feliz de volver y volver, aunque la ciudad se caiga a pedazos,
con sus paredes horadadas, desmaquilladas, las calles con hoyancos y su terregoso aire que se cuela por puertas y
ventanas, está ciudad contiene la historia de hombres y mujeres bien nacidos
que le han dado a Reynosa esta sensación de calidez y solidaridad a quien
necesita de volver una y otra vez.
A
casi cuatro décadas esta casa sigue siendo amorosa, regreso porque Reynosa
es una ciudad cálida, que abraza y acoge a todo aquel que pasa por sus calles,
colonias, rutas, río y brechas, por demás llenas de historia, pasada y presente.
No
se crean que la calle Charco se llamó así porque a alguien se le ocurrió-
claro, en Reynosa, muchas cosas son así, por ocurrencia- pero no, la calle Charco va derechito desde
Congregación Garza o Charco Escondido y cruza la ciudad, en otro momento de la historia se llamó
“Sendero Nacional” pero también fue
olvidado.
Ahí
tras esas rutas de pavimento y caliche, queda el Charco Escondido, perdido
entre matorrales, mezquites y huizaches, aún quedan viviendas de adobe,
corrales, cabras y una que otra vaca,
una comunidad que se convirtió en un parche mal pegado de la dizque modernidad.
pero ese mismo olvido le conserva eso que todos los que vinimos del campo
añoramos, tranquilidad, paz, silencio.
Así
como el Charco forjó parte de la
historia de Reynosa, así la han enriquecido los habitantes de la Almaguer, el
Olmo, Rodríguez, la del Prado, las Granjas, la Ferrocarril poniente y
oriente, Constitución, la Ramos y sus
mujeres, la Petrolera, Bermúdez, Narciso
Mendoza y las más de 400 que hoy forman parte del casco urbano.
Aquí
la cultura se sincretiza y se hace plural. Aquí lo mismo convivimos con los descendientes de aquel batallón
francés que se perdió por estos lares y también los casi 4 mil personas que
hablan Náhuatl y Totonaca, aquí la cultura gringa topó con pared, pues la
nuestra, la mesoamericana ha sido el dique para detener sus embates.
Lustre
le han dado manos anónimas y manos bien reconocidas y mexicanos excepcionales cómo Marte
Rodolfo Gómez Segura, mexicano
excepcional, Ingeniero agrónomo y político, fue Secretario de Hacienda y
Crédito Público, Secretario de Agricultura y Fomento y Gobernador del Estado
(1869-1913).
Por
los años 70’s el profesor Baltazar Díaz Bazán quien encabezó el movimiento
social en contra de la alza de las tarifas al transporte público, con él se
movilizó el profesor Oscar Ornelas
Galván, hombre talentoso, simpático, bohemio.
Antes un puñado de muchachos constituidos en el
Frente Autónomo Estudiantil de Reynosa (FAER) se reunía periódicamente en la
biblioteca de la Plaza Niños Héroes, de ahí los caciques de entonces-y de
ahora- Meme Garza Cantú, José Cruz Contreras, acallaron la voz de Alfredo Díaz
Palacios, quien desapareció y nadie hasta
hoy ha dado una explicación.
Entonces
la plaza Niños Héroes, se había convertido también en la plaza pública de Reynosa más concurrida pues a alguien se le había ocurrido realizar bailes populares.
Si
mal no recuerdo, fue el profesor Jesús Miguel Treviño Rábago, quien aún vive en
esta su ciudad, el primer diputado de un
partido de izquierda-aunque el PARM no lo fuese- y cuyo suplente fue un
militante del Partido Comunista Mexicano.
De
igual manera dan lustre y brillo, Arturo Solís Gómez, defensor de los derechos
humanos, activista, militante de la izquierda y cofundador del Periódico La
Jornada.
Y
como olvidar a aquel hombre que más de derecha parecía salido de la misma
izquierda, Dn. Alejandro Sáenz Garza, hombre íntegro y caballero, que dejó en
la política su amor por el terruño y su
gente.
Y
recientemente, con harto dolor, Reymundo Zepeda Gaona, joven abogado, que dio
por el pueblo que lo vio nacer, su coherencia, su honestidad. De Zepeda hay que
decir que fue hijo único y que su madre
y su padre lo enviaron a estudiar a la Universidad de Nuevo León.
Todos
los arriba mencionados han dado su vida por esta tierra, qué hoy yo quiero
rendir homenaje. Esta tierra de llega y vete es buena, es amorosa, en ella no
se pierde la esperanza de vivir-aun y con lo contradictorio que parezca, es la tierra prometida de miles y miles de mexicanos que buscan en este girón
de la patria una vida mejor, más digna.
Queramos
a Reynosa a pesar de sus políticos, amémosla porque es una tierra que ha sido
buena con sus hijos.
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